lunes, 10 de agosto de 2009

FICCIONES DE LO REAL

Si hay que ubicar en la línea del tiempo, el momento justo en el que se separa la esfera de lo ético de la esfera de lo político, pocos podrían dudar que es el que acompaña la aparición del florentino Nicolás Maquiavelo, en el escenario del pensamiento occidental. Para bien o para mal, a este increíble analista del poder, se le adjudicó la justificación teórica que separan esas dos instancias del proceder humano. 
Pero Maquiavelo (ubicado en 1469-1527), es hijo del renacimiento italiano y si se lo piensa un poco, es difícil creer que Política y Ética, se separan en 1513, año en que se público el famoso “Príncipe”. No por que se desprecie la obra del autor en cuestión, si no por que la historia del “desarrollo” humano narra, desde tiempos más lejanos que el renacimiento, que el poder político, se haya a una distancia considerable del ético. En ese sentido, quizás el “Príncipe” no hizo más que desenmascarar una practica ya instalada.
En la política del último siglo, y del vigente también, existen tres ficciones que hacen mella en el análisis correcto de la instancia política. El motivo de este artículo, es exponer, por que para el autor, son necesario desenmascararlas. 
“Victoria” y “Derrota” son dos de las palabras más utilizadas en el vocabulario de la militancia. No hay quien en algún momento haya hecho mención a la victoria de fulano, en las elecciones pasadas, o una sesuda consideración de los pormayores que llevaron a que sultana, haya sido derrotada. Desde la izquierda y su clásica enunciación del “hasta la victoria siempre” o la derecha y su cruzada por la “derrota del totalitarismo” han circulado por estos callejones intelectuales. Pero ¿existe en la práctica política la victoria, y por ende, la derrota? ¿y cuales son las causas que las determinan?.
Fidel Castro Ruz, era un joven abogado y candidato a diputado por el Partido Ortodoxo, cuando el 10 de marzo de 1952, el Gral. Fulgencio Batista, que veía que el triunfo Ortodoxo un gran peligro, consideró que más que una victoria electoral, para poner orden en Cuba, lo que necesitaba era un Golpe de Estado. Desde allí, hasta el 26 de julio del año próximo, la Generación del Centenario (conducida por Fidel) se dedicó a entrenarse militarmente, su intención era recuperar la república, por medio de un asalto armado, claro, a un Cuartel Militar: el Moncada, en Santiago de Cuba. 
Todo estuvo bien planificado, excepto el azar. Por una mala interpretación entre los conductores de los autos que se dirigían al cuartel, la intentona, terminó en fracaso. Buena parte de los jóvenes que participaron murieron en el momento, mientras que la mayoría fue asesinada, por fusilamiento y tortura, cuando el ejercito retomó el control del lugar. El resto de los que quedaron vivos, se fueron a la Sierra Maestra, para ser capturados pocos días después, detenidos, enjuiciados y encarcelados. ¿Derrota? Podría decirse que sí. 
Pasaron dos años de aquella intentona, y el gobierno de facto, otorgó a los “Moncadistas”, como por entonces se conocía aquel Grupo, una amnistía con exilio obligado en México. ¿Victoria definitiva de Batista, por sobre estos imberbes muchachos? Quizás. Si no fuera por que esos mismos hombres organizaron la expedición que en diciembre de 1956 llegó a la costa Cubana y el 1 de enero de 1959, ingresó triunfante a la Habana, para hacerse del gobierno de la Nación. Entonces, ¿victoria o derrota?.
En 2007, luego de una ajustada asamblea, la Seccional más importante que tiene el gremio provincial docente (ATEN), definía que la modalidad que permitiría ganar el conflicto salarial contra el gobierno de Jorge Sobisch (1999-2003-2007) era el corte del puente de Arroyito. Varias seccionales del interior con el mismo mandato se plegaron a la medida. El día elegido: el 4 de abril. 
En una gran caravana que arrancó cerca de las 6:30 de la mañana, los docentes se dirigieron al puente en cuestión a efectos de materializar la medida, que además de llamar la atención de un gobierno que no quería negociar, pretendía cortar el transito turístico en una semana santa que prometía dejar mucho dinero en el sector privado del sur de la región. 
Pero más que los docentes, fueron las fuerzas policiales quienes se hicieron del dominio del Puente. No hubo posibilidad de negociación, la represión se inició inmediatamente. El costo, una cruenta balacera (impartida a diestra y siniestra) y el cobarde asesinato del maestro Carlos Alberto Fuentealba. La huelga daba un giro.
Luego de esto el gobierno quedó encerrado en un callejón, que por entonces se veía sin salida. El lunes 9 de abril más de treinta mil personas se movilizaban en repudio del crimen. No había quien gobernará. La casa de gobierno estaba sitiada, por una gran cantidad de personas, y el Gobernador no podía salir sin ser repudiado, escrachado o “reprimido”. El símbolo que permitía la legitimidad de gobierno, estaba roto. ¿Derrota del gobierno? Es posible. No obstante, cuando las aguas se calmaron, y la destitución del Gobernador parecía una utopía, llegó un aumento salarial para el sector docente, un escalafón propio para el Sector de Salud (que para entonces mantenía sin tregua una lucha que llevaba casi cuatro años) y el 10 diciembre Sobisch entregó a su sucesor el “bastón y la banda”. Es decir, había finalizado, pese a todo, su mandato. Aún así, ni el más fanático emepenista se animaba a pronosticar la continuidad política del saliente gobernador. Entonces, ¿estaba o no derrotado? Tal vez. 
De cualquier forma, para contrariar cualquier especulación, el pasado 5 de julio, en las internas que en el partido provincial elige candidatos a concejales, el “derrotado” volvió y si no fuera por la colaboración de dos Sindicatos provinciales, ATE y ATEN, que sumaron su invitación al voto independiente, y la infernal movilización de recursos (humanos y económicos) que hizo el gobierno de Jorge Sapag, es muy “posible” que el resultado hubiera sido favorable para la lista sobischista; ¿favorable?, bueno, probablemente. 
Lo cierto de todo lo expuesto, es que ni la derrota ni la victoria, son determinaciones rígidas de la política, a punto tal que ni siquiera existen como estados, ya que cualquiera de ellos es posible revertirlo, transformarlo, o en el peor de los casos, disfrazarlo y reciclarlo. ¿Por qué se hable entonces, cuando se analiza la política, con estas categorías? Quizás solo por comodidad del lenguaje. 
En “política”, como muchas veces se opta por decir, prima tan solo la razón del Poder. Esta Razón de Poder (si es que es posible un poder racional) es la que determina cuales son las reglas según las cuales se juega en el campo de operaciones. Quien se hace del Poder es quien define. Pero el Poder no es omnímodo, y siempre necesita del consenso para poder sostenerse, ¿consenso? cuando hay un “quien” que define unilateralmente el “que” y el “como”. Mejor sería referirse a ello como “negociación”. El Poder, insisto, no es absoluto, y para subsistir como tal necesita negociar con quienes se presten, para poder sostenerse, a fuerza de crear, esa horrible ficción política que se conoce como “consenso” y que hace que la legitimidad (el reconocimiento del derecho a gobernar, o manejar el poder) no sea puesta en duda. De lo contrario surgen quienes no forman parte de la negociación y pretenden determinar otras reglas. Es decir, el contra poder. 
Volvamos ahora al pasado artículo sobre los actores de la política. Y pensemos, por un momento, tan solo por un momento, si estos, no forman parte de la ficción de consenso del poder en Neuquén. Más allá de un partido, de un discurso o de una bandería. No importa cual es el papel que le toca a estos actores. No importa si están adentro o afuera. Si son de izquierda o de derecha. Lo que importa, es que descubramos el telón, y nos fijemos si forman parte del escenario de la política local. O lo que es lo mismo, que nos fijemos si son actores, y por lo tanto, colaboracionista de la ficción del consenso, de la victoria y de la derrota. Después de esto, es posible que con más claridad. Podamos indagar en las causas que llevan a que en Neuquén, cambien los gobiernos, los gobernantes y los funcionarios, pero no las reglas de juego.


Jorge Alvarez


4 comentarios:

  1. Creo que el poder maneja muy bien el concepto planteado en el texto. Sucede lo contrario en las vanguardias tanto políticas como artísticas, donde aun todavía se defienden manifiestos que pretenden abolir todo lo anterior y vencer para avanzar en una línea histórica. Podríamos entender la decadencia actual de los movimientos que las defienden, por la crisis que sufre este modelo –vanguardista- desde finales del siglo XX, concretamente luego de la caída de la Unión Soviética.
    En contraposición a las ideas de Francis Fukuyama; tal vez el error reside en seguir interpretando a la historia como una línea y a las victorias como totales.

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  2. Marculi, si no fuera por tus comentarios no habría via de debate posible. Es para discutir el tema de las vanguardias y su relación con el poder: lo sostienen? lo rechazan? lo enfrentan? todas algunas o ninguna? Discutamos me interesa el tema. Pero no se por que lugar encararlo. Todavía no me cierra el punto sobre el que es la vanguardia...

    Jorge

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  3. Creo que en política, las victorias y las derrotas deben entenderse como situaciones pasajeras dependientes del tiempo, y como un proceso dependiendo de la situación de la cual se parte.

    El asalto al Moncada ¿fue una derrota?, sí. Una derrota que duro de julio del 53 a diciembre del 56.
    El triunfo electoral de Evo Morales en 2006 ¿fue una victoria?, no. Fue un triunfo, luego de 500 años de derrota.
    El fracaso y la derrota pueden tomarse como sinónimo, pero no así la victoria y el triunfo. Un triunfo es cuando se gana algo puntual, desde una elección hasta un partido de fútbol. En cambio la victoria es la suma de triunfos que hacen del fracaso una situación permanente del opositor.

    Por el otro lado se puede fracasar eternamente, pero para haber fracaso tiene que haber intento, y mientras haya intento la derrota es parcial. De ahí en adelante crecer o acercarse a la derrota total determinará si los pequeños pasos se transformaron en triunfos.

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  4. Conra Querido! estamos diciendo lo mismo pero con distintas palabras.
    Te marco una diferencia, el MPN gano las elecciones del domingo, pero fijate que pocos se animarían a decir que fue un triunfo o una victoria... los pormenores los podemos analizar después.
    Trimphus, era el más alto honor con que se distinguía a los senadores romanos. Mientras que Victorïa, lo que obtenía el que ganaba la contienda.
    Lo que nosotros analizamos, puede ser indistintamente nombrado con las dos palabras, aunque cada una implique diferencias éticas.
    Nietzsche decia: "no existen hechos, solo interpretaciones". Con esto pasa lo mismo, no existe ninguna de las "posibilidades" que evaluamos, son ficciones... no existen sino por nosotros y dependen, justamente por ello, de como las construimos y de como las interpretamos.

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