La historia de las primeras conmemoraciones del 1° de mayo |
El
anarquismo, fue uno de los sectores que dentro del Movimiento Obrero, mayor
influencia ejerció en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del
siglo XX. Heterogéneo y de estrategias variadas supo marcar a fuego,
literalmente hablando, los comienzos de lucha y organización de los
trabajadores.
Las
corrientes migratorias que comenzaron a llegar con la Presidencia de Nicolás
Avellaneda (1874-1880) fueron recibidas con júbilo por la oligarquía agroexportadora,
estos trabajadores foráneos no solo representaban la mano de obra especializada
que el modelo necesitaba, sino que además eran los garantes de la posibilidad
de producción, en un país que todavía no terminaba de dirimir la disputa con
los gauchos ni con los “indios”.
Todo
formaba parte del mismo plan, la División Internacional de Trabajo, en
beneficio de las potencias, había determinado que la Argentina tenía el “digno”
papel de productor de materias primas, que siendo industrializadas en los
países “productores” retornarían, más tarde, a los mercados locales. Para ello
se necesitaban trabajadores que supieran trabajar y que además tuvieran
ventajas para radicarse en el país. Se pensaba, por aquel entonces, que a la
Argentina arribarían expertos laburantes ingleses y alemanes, dotados del
conocimiento necesario para que nuestro país consolide el rol que le asignaban
en el mundo.
La
respuesta a los planes gubernamentales, fue el arribo de la más grande camada
de expulsados de la vieja Europa, españoles, italianos y rusos, ocuparon el
lugar de los finos anglosajones; con ellos arribaría no solo el trabajo, traían
consigo el hambre, el anarquismo y el socialismo.
LAS
PRIMERAS DISPUTAS
Estos
inmigrantes, en conjunto con la criollada, fueron dando forma definida a los
incipientes esfuerzos patrios de conformación de organizaciones de clase. Los
primeros agrupamientos mutualisticos se fueron convirtiendo de a poco en
sindicatos y estos, comenzaron a marcar el ritmo de la lucha contra un
capitalismo nacional, también naciente, pero no por ellos menos injusto.
A la
conformación de sindicatos por oficio o por rama de actividad, le siguió uno de
los problemas más caros (y también actuales) del movimiento: el de la unidad…
¿cómo se hacía para coordinar a todos los sindicatos? ¿Era necesaria una nueva
organización que nucleara a todos? ¿Las ideologías que los sindicatos
sostenían, eran un obstáculo para la unidad?
El
mundo se movía a la par de los interrogantes. Ya en 1884, la Liga Americana de
Caballeros del Trabajo convocaba a los obreros estadounidenses a una huelga por
8hs de trabajo. El paro de actividades recién se concreto en 1886, pero las
consecuencias marcaron a fuego la historia de los trabajadores: nacía entonces
el 1° de mayo (de esto haremos un informe aparte).
Tanto
Anarquistas como Socialistas, cada cuál con su arsenal de ideas fueron dando
respuestas a la necesidad de coordinación de las luchas gremiales. Ambos
sectores habían propiciado la formación de Centrales Sindicales y con ello, del
pliego de reivindicaciones que llevarían a los trabajadores a una nueva
sociedad, más digna y más justa.
Así
llegamos a 1900.
La
oligarquía gobernante, impaciente frente a los trabajadores, comenzó a
reaccionar frente al proceso que se daba en el Movimiento Obrero. En 1902 se
sancionaba la Ley de Residencia, que establecía que todo extranjero que
provocará alteraciones en el orden público sería expulsado del país sin más. No
obstante, los trabajadores respondían con más lucha y con más enfrentamientos.
Socialistas, organizaban su propio Partido para propiciar la participación
obrera en las elecciones. Mientras que los Anarquistas, se plantaban con
furiosas huelgas generales.
LOS TRÁGICOS HOMENAJES Y LA VENGANZA
ANARQUISTA
Ya
para 1904 se organiza de forma conjunta una reivindicación nacional por el día
del trabajador. Ambos sectores acuerdan un acto de unidad que es tan exitoso,
como ferozmente reprimido. 4 muertos, 50 heridos y cientos de detenidos es el
saldo de la represión comandada por el Jefe de Policía Coronal Ramón Lorenzo
Falcón.
En
1909, se da un nuevo enfrentamiento. El día del trabajador es reivindicado,
está vez, de forma separada, cada una de las fracciones del Movimiento Obrero
organiza su acto de homenaje a los “mártires de Chicago”.
La
respuesta, nuevamente del Coronel Falcón, fue lapidaria. Doce obreros murieron
en la furiosa represión y más de 105 quedaron heridos. Además, se produjo la
clausura de todos los órganos de prensa sindicales que circulaban en el país,
sindicatos y centros de reunión de anarquistas. La respuesta no se haría
esperar.
El
14 de noviembre de 1909, Simón Radowitzky un joven obrero ruso sobreviviente de
la represión de mayo, estaba escondido en la esquina de Quintana y Callao.
Falcón, viajaba en su carro, lo acompañaba Alberto Lartigau, su secretario
personal. Era el mediodía de una jornada cálida y soleada. Ambos habían
participado del funeral del Director de la Penitenciaría Nacional.
Al
paso del carro, Radowitzky corrió sagazmente hacia el Coronel y al grito de
“¡viva la anarquía!” arrojó un explosivo de producción casera. El atentado se
había concretado. El joven ruso fue detenido y más tarde condenado, mientras
que Falcón, herido de muerte, fue prontamente socorrido.
Sin
embargo, el explosivo había producido daños irreparables. A las 2 de la tarde
del mismo día, moría así, uno de los más terribles represores que ha dado la
historia de nuestro país. El anarquismo, había ajusticiado al verdugo. Nada
quedaría igual… pero lo que sigue, como habitualmente se dice, es parte de otra
historia.