lunes, 21 de noviembre de 2011

RADOWISKI, FALCÓN Y LAS JORNADAS DEL 1° DE MAYO


La historia de las primeras conmemoraciones del 1° de mayo
El anarquismo, fue uno de los sectores que dentro del Movimiento Obrero, mayor influencia ejerció en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del siglo XX. Heterogéneo y de estrategias variadas supo marcar a fuego, literalmente hablando, los comienzos de lucha y organización de los trabajadores.

Las corrientes migratorias que comenzaron a llegar con la Presidencia de Nicolás Avellaneda (1874-1880) fueron recibidas con júbilo por la oligarquía agroexportadora, estos trabajadores foráneos no solo representaban la mano de obra especializada que el modelo necesitaba, sino que además eran los garantes de la posibilidad de producción, en un país que todavía no terminaba de dirimir la disputa con los gauchos ni con los “indios”.
Todo formaba parte del mismo plan, la División Internacional de Trabajo, en beneficio de las potencias, había determinado que la Argentina tenía el “digno” papel de productor de materias primas, que siendo industrializadas en los países “productores” retornarían, más tarde, a los mercados locales. Para ello se necesitaban trabajadores que supieran trabajar y que además tuvieran ventajas para radicarse en el país. Se pensaba, por aquel entonces, que a la Argentina arribarían expertos laburantes ingleses y alemanes, dotados del conocimiento necesario para que nuestro país consolide el rol que le asignaban en el mundo. 

La respuesta a los planes gubernamentales, fue el arribo de la más grande camada de expulsados de la vieja Europa, españoles, italianos y rusos, ocuparon el lugar de los finos anglosajones; con ellos arribaría no solo el trabajo, traían consigo el hambre, el anarquismo y el socialismo.

LAS PRIMERAS DISPUTAS

Estos inmigrantes, en conjunto con la criollada, fueron dando forma definida a los incipientes esfuerzos patrios de conformación de organizaciones de clase. Los primeros agrupamientos mutualisticos se fueron convirtiendo de a poco en sindicatos y estos, comenzaron a marcar el ritmo de la lucha contra un capitalismo nacional, también naciente, pero no por ellos menos injusto.
A la conformación de sindicatos por oficio o por rama de actividad, le siguió uno de los problemas más caros (y también actuales) del movimiento: el de la unidad… ¿cómo se hacía para coordinar a todos los sindicatos? ¿Era necesaria una nueva organización que nucleara a todos? ¿Las ideologías que los sindicatos sostenían, eran un obstáculo para la unidad?
El mundo se movía a la par de los interrogantes. Ya en 1884, la Liga Americana de Caballeros del Trabajo convocaba a los obreros estadounidenses a una huelga por 8hs de trabajo. El paro de actividades recién se concreto en 1886, pero las consecuencias marcaron a fuego la historia de los trabajadores: nacía entonces el 1° de mayo (de esto haremos un informe aparte).
Tanto Anarquistas como Socialistas, cada cuál con su arsenal de ideas fueron dando respuestas a la necesidad de coordinación de las luchas gremiales. Ambos sectores habían propiciado la formación de Centrales Sindicales y con ello, del pliego de reivindicaciones que llevarían a los trabajadores a una nueva sociedad, más digna y más justa.
Así llegamos a 1900.
La oligarquía gobernante, impaciente frente a los trabajadores, comenzó a reaccionar frente al proceso que se daba en el Movimiento Obrero. En 1902 se sancionaba la Ley de Residencia, que establecía que todo extranjero que provocará alteraciones en el orden público sería expulsado del país sin más. No obstante, los trabajadores respondían con más lucha y con más enfrentamientos. Socialistas, organizaban su propio Partido para propiciar la participación obrera en las elecciones. Mientras que los Anarquistas, se plantaban con furiosas huelgas generales.

LOS TRÁGICOS HOMENAJES Y LA VENGANZA ANARQUISTA

Ya para 1904 se organiza de forma conjunta una reivindicación nacional por el día del trabajador. Ambos sectores acuerdan un acto de unidad que es tan exitoso, como ferozmente reprimido. 4 muertos, 50 heridos y cientos de detenidos es el saldo de la represión comandada por el Jefe de Policía Coronal Ramón Lorenzo Falcón.
En 1909, se da un nuevo enfrentamiento. El día del trabajador es reivindicado, está vez, de forma separada, cada una de las fracciones del Movimiento Obrero organiza su acto de homenaje a los “mártires de Chicago”.
La respuesta, nuevamente del Coronel Falcón, fue lapidaria. Doce obreros murieron en la furiosa represión y más de 105 quedaron heridos. Además, se produjo la clausura de todos los órganos de prensa sindicales que circulaban en el país, sindicatos y centros de reunión de anarquistas. La respuesta no se haría esperar.
El 14 de noviembre de 1909, Simón Radowitzky un joven obrero ruso sobreviviente de la represión de mayo, estaba escondido en la esquina de Quintana y Callao. Falcón, viajaba en su carro, lo acompañaba Alberto Lartigau, su secretario personal. Era el mediodía de una jornada cálida y soleada. Ambos habían participado del funeral del Director de la Penitenciaría Nacional.
Al paso del carro, Radowitzky corrió sagazmente hacia el Coronel y al grito de “¡viva la anarquía!” arrojó un explosivo de producción casera. El atentado se había concretado. El joven ruso fue detenido y más tarde condenado, mientras que Falcón, herido de muerte, fue prontamente socorrido.
Sin embargo, el explosivo había producido daños irreparables. A las 2 de la tarde del mismo día, moría así, uno de los más terribles represores que ha dado la historia de nuestro país. El anarquismo, había ajusticiado al verdugo. Nada quedaría igual… pero lo que sigue, como habitualmente se dice, es parte de otra historia.

sábado, 19 de noviembre de 2011

A 42 AÑOS DE UN SUCESO FUNDAMENTAL

Agustín Tosco, lider del sindicalismo de liberación.-
Si bien estamos hablando de un suceso que marcó la Argentina hace ya 42 años, el Cordobazo ha dejado una huella indeleble en la historia del movimiento obrero de nuestro país y que incluso hoy, se sigue manifestando de forma latente, aunque inconstante.

Como todo momento, estuvo rodeado de un contexto definido por circunstancias únicas e irrepetibles. Gobernaba la dictadura de Juan Carlos Onganía, con modelo de administración apegado a las corporaciones económicas (e incluso políticas) y si bien permanecía, al menos desde lo formal, la proscripción del peronismo, en los hechos, algunos de los sectores que lo integraban como movimiento, colaboraban abierta e interesadamente con el gobierno militar. Cuestión que se visualizaba tanto desde el peronismo institucionalizado (Paladino) como desde el gremialismo burocrático (Vandor).

Ante esto, la respuesta de la clase trabajadora fue organizarse desde la base, con un modelo sindical que atendiera las necesidades de los trabajadores y que rompiera con los acuerdos, que tanto la CGT como Perón habían suscripto para sostener un gobierno que esperaban desemboque en el retorno definitivo del líder justicialista.

La modalidad fue estructurada en torno a la figura del delegado, comités fabriles, cuerpos de delegados, juntas internas, instancias que garantizaban un vínculo permanente entre los trabajadores y la acción gremial. Mientras la resistencia a la dictadura y el Movimiento Obrero demostraba en la calle el poder real que tenía, la contraofensiva de Ongania no se haría esperar por mucho tiempo y en eso se puede encontrar el punto de quiebre que motivo el “Cordobazo”: la quita del sábado inglés (trabajar solo la mañana del sábado, para hacerlo jornada completa). Ante esto, se sucedió lo inevitable. Las protestas se sucedieron primero de forma sectorial, para después congregarse masivamente en el Paro General que los gremios combativos de la CGT alineados con Raimundo Ongaro. Estudiantes y partidos políticos se sumaron a la protesta y los enfrentamientos con el ejército y la policía cordobesa se sucedieron en el centro, en las fábricas y en los barrios. Nacía así el “Cordobazo” corría el 29 de mayo de 1969, un año antes, se producía el “mayo francés”.

La represión dejo arrestos, heridos y al menos 16 muertos oficiales. En la calle se produjo, más allá de todo, la visibilización de un proyecto de organización de clase que excedía los marcos del peronismo, y que incluso puede decirse, se hizo a pesar de él. La unidad de los sindicatos clasistas, la unidad en la acción con partidos y estudiantes, fue tan contundente que forzó el repliegue de la medida (la quita del sábado inglés) y que Ongania quedará francamente debilitado frente a los sectores de la oligarquía y del ejercito. Un año después debería dejar “ordenadamente” el mando al Gral. Roberto Levingston.

Lo cierto, es que el modelo sindical que expresó el Cordobazo, caló hondo en la dirigencia peronista de la época e hizo ilusionar (o esperanzar) a los sectores combativos, con tener la hegemonía de conducción de clase, cosa que finalmente no ocurrió. La lucha, de cualquier manera, sigue abierta, y como todo proceso que no se cierra, vuelve a la conciencia de las masas, en momentos insospechados, máxime si como dice la canción hay contextos con “el arriba nervioso y el abajo que se mueve”.

AGUSTÍN TOSCO: LIDER DE LA DIGNIDAD
El “Gringo”, nació un 22 de mayo de 1930 en un pueblito de Córdoba conocido como Coronel Moldes. Se crió en una zona donde los gringos proliferaban trabajo y esfuerzo. Estudió en el Instituto Otto Krause, la Tecnicatura Electromecánica que le permitió abordar de lleno el trabajo en el Ente Provincial de Energía de Córdoba, que fue donde comenzó su militancia gremial en el ya recordado Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba.

Los compañeros lo recuerdan como un buen tipo, sencillo, pero contundente sindical e ideológicamente. No por nada, se convertiría en el máximo referente gremial del Movimiento Obrero Argentino en los finales de los 60 y principios de los 70.

Caminó las calles durante el Cordobazo, lucho por reivindicaciones laborales y sectoriales, pero bregó incansablemente por la liberación de la clase trabajadora, lo suyo, fue el sindicalismo, pero sin dudas que caló hondo en la escuela de la conducta, esa tan pocos egresados a dado en nuestra historia. La agrupación que conduce este gremio, toma su nombre. Un sencillo homenaje, pero también, una cabal definición política.




viernes, 11 de noviembre de 2011

La batalla de Vuelta de Obligado y el feriado del 20 de noviembre


Hace ya un año se declaro como nuevo feriado nacional el 20 de noviembre, una fecha que en el público generó cierta duda, ya que no se sabía (fuera del ámbito de los especialistas) cuál era la referencia histórica que la posicionaba como un nuevo feriado. Nosotros, como para acercar posiciones, vamos a comentar un poco de donde viene la cosa.

Para comprender la fecha, nos tenemos que situar en lo que fue la Confederación Argentina, un agrupamiento de “provincias” que eran herencia del (para entonces) fallecido “Virreynato del Río de la Plata”. Gobernaba, por entonces, una figura emblemática, polémica y contradictoria: el Brigadier General Juan Manuel de Rosas.
De tirante relación con las potencias extranjeras, Rosas como autoridad máxima de la Confederación había obstaculizado el libre paso de los barcos mercantes franceses e ingleses si estos no pagaban los correspondientes tributos en la Aduana “federal”. 

En enero de 1845 franceses e ingleses deciden apostarse con navíos sobre el Río Paraná, con la clara intención de auxiliar al Paraguay y la provincia de Corrientes que se encontraba en conflicto con la Administración Central de la Confederación. Conflictos diplomáticos mediantes, la situación se tensa y llegamos a noviembre de ese mismo año, cuando 90 (noventa) buques mercantes y 20 (veinte) de guerra, se aprontan a navegar por los ríos del litoral para llegar de una vez por todas a Paraguay y Corrientes. Allí se inicia la famosa Batalla de Vuelta de Obligado.

Las fuerzas al mando de Lucio V. Mansilla (yerno de Rosas) defendieron el territorio nacional, cayeron muchos en la batalla pero el costo (por cierto lamentable) garantizo la defensa del territorio y de la soberanía. Ingleses y franceses se retiraron de las aguas del Paraná con más bajas militares y de recursos. No obstante, la retirada final se produjo casi un año después del 20 de noviembre, cuando un representante de la corona Inglesa, Sir Samuel Thomas Hood, rendía honores al brigadier vencedor.