lunes, 7 de agosto de 2017

Mi abuelo, entre la poesía y los caballos


Hace unos días, después de muchos años, volví a ver una fotografía de mi abuelo Eliezer. La ví en un momento en que estaba leyendo poesía árabe y, en particular, una que refería a un caballo.

Yo conocí los caballos por mi abuelo. Soy un muchacho de ciudad, su Leuto Caballo para mi era lejano. Pero cada verano él me montaba al lomo de algún potrillo o yegua para llevarme a pasear por su campo. Ese mismo campo, por el que tantas veces cruzo la noche junto a mi padre, para cuidar animales.

A veces el destino nos juega pasadas misteriosas. Siempre me preguntaron: “¿Por qué abrochás hasta el último botón de tu camisa?”. 

Mirando la foto de mi abuelo, creo darme cuenta de la respuesta. 

 
Don Eliezer Alvarez, mi abuelo.


 “A un caballo blanco con manchas negras en las patas“- traducción de Emilio García Gómez
 
“¿Es un corcel lo que ha pasado ante mis ojos, o una estrella fugaz, que cruzó rápida como el relámpago encendido por la tormenta?
La aurora le prestó su disco como velo, y huyó con él, pues le convino a maravilla.
Siempre que corre es porque piensa que la aurora viene a reclamarle el préstamo; pero la aurora no le da alcance.
Cuando se lanza contra el enemigo, los luceros se cansan de seguirlo y las nubes le pierden el rastro.
¡Oh, prodigio! Si tiene el rango de los planetas, ¿cómo mancha sus patas en el polvo?
Mírale: con razón es macizo, pues su manto es como oro fundido.
El almizcle ha trazado sobre él una línea, tinéndolo de negro por encima de sus cuatro pezuñas.”
Ben Abi -L-Haytam.– de Sevilla (1232).- 

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