Pese a que los niños de la octava división de la Liga Neuquina
de Fútbol, se predispongan de la mejor manera para el espectáculo
deportivo, quien los mira está prejuiciado. Hace por lo menos 15
años que no entra en el Estadio del Decano y la percepción de los
datos que la realidad está brindando se ve seriamente afectada por
los recuerdos: quien escribe, antes estuvo ahí cómo jugador de
inferiores.
La octava decana al final del partido contra Atlético Neuquén. |
Otrora, la cancha de tierra empedrada y las tribunas de hormigón
armado y madera crujiente fue el ámbito de contención de muchos
hijos de los trabajadores que decidían jugar en el fútbol mayor. El
“Decano”, por entonces la opción más inclusiva para los
sectores de escasos recursos, fue el ámbito de contención de los
jóvenes de la zona este de la ciudad que querían ingresar a “la
liga”. Hoy vienen chicos de todos los puntos de la ciudad. E
incluso de ciudades aledañas.
Actualmente la cancha tiene otro status. La fortuna de los fondos
públicos con rostro social ha encontrado en el viejo Estadio de la
calle Mitre y Luis Agote, un destino seguro. Pacífico fue
transformado en un moderno Estadio con gradas de hierro, pulidos
tablones de madera, césped sintético y luminaria para el juego
nocturno. Una postal de época, clara y contundente: por aquí pasó
el Estado.
El partido arranca treinta minutos más tarde de lo previsto. El Club
Atlético Pacifico ingresa con su habitual “negro y amarillo”,
estilo idéntico al del carbonero uruguayo, club que también fue
fundado por obreros y trabajadores ferroviarios. Por su parte, el
Club Atlético Neuquén entra a la cancha con una camiseta
pulidamente blanca de pequeños motivos “azulgrana”, una
“tricolor” mañosamente esquiva al estilo que caracteriza el
Club.
En paralelo, la cantina prepara el sustrato alimenticio de toda
liturgia futbolera: los choris y la coca. Luego del mediodía, al
cierre de los 35 minutos iniciales, el alimento llegará con
asombrosa puntualidad, borrando toda diferencia posible entre los
parroquianos locales y los partidarios del Grasshopper de Zúrich. La
jornada es agradable y la temperatura ambiente colabora para la
ingesta al aire libre.
No obstante, hay algo disonante al espectáculo deportivo: una
mujer que habla por celular. Con inusitada liviandad, durante
todo el primer tiempo, la señora informa a la tribuna decana los
incómodos pormenores de su familia y allegados. Una postal de época
que marca el nivel de penetración de las telecomunicaciones en la
vida cotidiana. No obstante, nadie objeta la prolongada exposición
de privacidades y el cronista duda del carácter colectivo de la
incomodidad.
El primer tiempo transcurre con calma. La octava local se maneja con
pelota al piso y sale jugando del fondo con mesura y buen juego, una
suerte de herejía al perfil “histórico” decano, siempre fiel al
clásico “hacha y tiza”. Por su parte, el “trico” ataca con
mayor intensidad y presiona, durante buena parte de la primera etapa,
en tres cuartos de cancha rival. Maneja la pelota en el medio campo y
daña la defensa local con dos buenos mediapunta que tiran diagonales
a lo “Houseman”. Los palos, el arquero decano y el azar, evitan
la apertura del marcador, en el mejor momento de juego de la visita.
Promediando los 25 minutos del Primer Tiempo, un desborde por derecha
del lateral decano permite un centro al área chica inmediatamente
obturado por la defensa visitante, que cabecea para desviar la
trayectoria del balón. A medio camino entre el arco y su línea de
fondo, el arquero de la visita queda sin margen para tapar el bombazo
del “enganche” local. Pacífico estaba jugando peor que su rival,
pero logró sacarle ventaja con un gol de otro partido. De fondo la
tribuna festeja y Joaquín Cabrera abraza a sus compañeros, el 1 a 0
con el que termina la primera parte, es un hecho irrefutable.
El Segundo Tiempo transcurre con dominio indiscutido de los locales.
La supremacía física de Pacifico, sin ser alemana, da más aire y
mejor resistencia. En los 35 complementarios, Atlético Neuquén sólo
atinó a defenderse. Sus jugadores dejaron mucho en la primera parte
y no pudieron soportar el golpe de estar jugando mejor e irse al
vestuario con el resultado en contra.
En ese marco, es entendible que llegara el segundo tanto decano. Está
vez, por obra y gracia de Facundo Ceratto que aprovechó una confusa
jugada en el área rival para poner a su equipo 2 a 0 arriba. El
tanto del carrilero tranquilizó los ánimos de los pibes. Algunos de
ellos, ante la corta ventaja, sufrían desde afuera la presión de
padres que querían sumar de a tres, para no complicar la posición
del puntero del campeonato.
Aunque injustificada, la presión tiene un antecedente inmediato. La
octava de Pacífico viene de dos “subcampeonatos” y la tribuna
este año quiere la corona. El cronista evaluó intervenir citando al
Premier inglés durante la segunda guerra mundial. Pero ante tanta
tensión paternal, podría no entenderse el mensaje acerca de la
transitoriedad de los resultados favorables y adversos. Iban recién
13 minutos de la segunda parte.
El resto del partido, prácticamente sobró. No sólo porque el
resultado se mantuvo inalterable (terminó 2-0), sino también por
qué Atlético Neuquén, cansado de resistir el ataque de los
locales, entregó el medio campo y solo atinó a un par de
contrataques con el equipo tirado completamente al fondo. El “deca”
aprovechó la superioridad y el repliegue táctico para meter todos
los cambios posibles y manejó los tiempos a “gusto y piacere”.
No hubo tiempo qué adicionar. El pitido del árbitro, de inusitado
buen desempeño, cerró una jornada favorable para el puntero que
afianza sus “chances” de llegar al final del campeonato como
líder indiscutido.
El cronista toma las últimas notas en su agenda personal y resalta
el buen juego decano y el cambio de paradigma en el estilo cómo dos
elementos a destacar. Lo sorprende el refinamiento de algunos
jugadores “atípicos” al perfil de aquellos que conoció en
tiempos pretéritos y el buen juego de adolescentes que no superan
los 14 años de edad.
Fue una jornada perfecta de fúbol.