martes, 28 de febrero de 2017

NUEVOS ACTORES... VIEJO CONFLICTO

El conflicto árabe-palestino-israelí, ha sido uno de los conflictos de mayor prolongación y debate durante el siglo XX. Algo que sin dudas, contrastó con la poca visibilidad que ha tenido en los últimos años, por un breve cambio de estrategia de las potencias centrales para con Medio Oriente.

La pregunta, tal vez del millón de dólares, tiene que ver con Donald Trump y cuanto puede modificar su administración, la política exterior de Estados Unidos, al menos en los términos en los que la heredó de Barack Obama (Y en relación al conflicto árabe-palestino-israelí).


CAMBIO DE ESTRATEGIA. MEDIO ORIENTE Y ASIA OCCIDENTAL.

La relación histórica entre los Estados Unidos e Israel, si bien no es reciente, tampoco es tan lejana como muchos creen. La conformación del Estado hebreo en el enclave medio-oriental conocido como "Palestina", se debió más a los intereses anglo-franceses que a la acción de la potencia septentrional americana, que por aquel entonces, aún no cosechaba los frutos de la debilidad europea de posguerra.

Sería recién promediando la década del cincuenta cuando Estados Unidos comenzaría a actuar en oriente próximo, bajo la lógica de co-existencia con Rusia y la división del mundo en áreas de influencia. Pese a lo tardío del arribo, a largo plazo, la alianza con el sionismo, en tanto nacionalismo judío, y más tarde con las monarquías sunníes, le dio resultados mucho mayores que los obtenidos por Rusia en torno al "panarabismo" de Siria y Egipto.

Este ascenso estadounidense en la tutela del Asía Menor y el Oriente Próximo, se vio luego consolidado diversas estrategias de hostigamiento para con la disidencia (religiosa y política), el ascenso de actores aliados como Turquía y la derrota de los rusos en Afganistán, que le laurearon recompensas por el apoyo a la resistencia afgana.

Dejando un poco de lado la historia y las diversas respuestas bélicas y políticas entre árabes y judíos (no menores en importancia, claro está), la fotografía más reciente de oriente próximo es la del último periodo de Barack Obama: ascenso del Estado Islámico en los territorios de Irak y Siria, avance contra yemeníes en la península arábiga y el acuerdo de "contención nuclear" con la República Islámica de Irán.

En ese nuevo contexto, el conflicto árabe-palestino-israelí pasó a un notorio segundo plano, cuestión oportunamente aprovechada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el gobierno de Mahmud Abbas, para granjearse éxitos diplomáticos sorprendentes, entre ellos: el reconocimiento de Palestina como "Estado Observador no miembro" de la Organización de Naciones Unidas (ONU), reconocimiento como “Estado” por parte del Vaticano (aunque de menor impacto internacional) y en diciembre pasado las notables sanciones que impuso el Consejo de Seguridad de la ONU a Israel por la permanente colonización de tierras palestinas y el sometimiento de la población en territorios ocupados.

Benjamin Netanyahu y Donal Trump - Rueda de Prensa - EE.UU febrero 2017.
 
¿NUEVO CAMBIO? EL ARRIBO DE DONALD TRUMP

Mucho se ha hablado de la capacidad (o no) de Donald Trump para torcer directrices (¿consolidadas?) de la política y el comercio exterior de los Estados Unidos. En principio, habiendo pasado muy poco tiempo desde su asunción, lo atinente al comercio exterior y acuerdos mega-regionales, la enemistad con Rusia y la posición hacía Cuba han tenido un cambio significativo. Medio Oriente, todavía en el horizonte del nuevo presidente, permanece bajo un manto de incertidumbre.

Si uno se guiara por lo primeros gestos, el panorama a simple vista, parece complicarse. La designación de David Friedman como embajador norteamericano en Israel ha despertado el rechazo tanto de árabes, como de judíos progresistas que piden al Senado no aprobar la designación.
Friedman, abogado especializado en quiebras, que es un defensor del Estado de Israel y las incursiones en territorios ocupados, ha anunciado su intención de trasladar la Embajada a Jerusalén, la "capital indivisa del pueblo judío" declarada así, por el propio Estado de Israel, en 1980. Anuncio que ha generado un cimbronazo tremendo en la comunidad internacional.

En ese sentido, no está de más recordar que la Resolución 478, del 20 de agosto de 1980, declaró nula la declaración del parlamento judío (Knéset). Por lo que en la actualidad, las embajadas están radicadas en Tel Aviv en consonancia con los reparos y sugerencias interpuestos en el Consejo de Seguridad de la ONU de aquel entonces.

Ahora bien... ¿qué nivel de empatía existe verdaderamente entre Trump y Netanyahu?

Dario Teitelbaum, dirigente de la izquierda israelí Meretz, sostiene que "las muestras de aprecio mutuo son inequívocas. No solo por sus vinculaciones personales sino también porque ambos se necesitan. Formalmente, están planteando una política de `win-win´ [victoria para ambos], pero pese a eso, hay sectores israelíes que se sienten desilusionados... esperaban un poco más que lo que Trump está dando. Aún así, -sostiene Teitelbaum- ésta relación es mejor que la que había con Obama".

En otro sentido se expresa el intelectual Julián Schvindlerman, miembro de la comunidad judía argentina e ideológicamente cercano al Premier Israelí. Para él "hay más sintonía entre estos dos presidentes que la que hubo con Barack Obama" y que en los asuntos centrales "hay una fuerte comunión ideológica entre ambos [por Trump y Netanyahu]." Respecto a los cambios en política exterior, Schvindlerman entiende que "si bien puede haber tribulaciones a corto plazo, lo que se está produciendo es un cambio de paradigma hacía Medio Oriente, ya que lo que se llamó `acuerdo de paz´ [por el acuerdo de Oslo en 1993] no ha generado si no guerra y muerte hacía el pueblo judío".

En otra línea de análisis se encuentra Carlos Aznárez, director de "Resumen Latinoaméricano" y destacado activista pro-Palestina. Para él "Estados Unidos e Israel más allá de quien gobierne tienen acuerdos sellados, lacrados, que no van a romperse. El lobby sionista tiene muy controlado al gobierno de los Estados Unidos y eso dificulta cualquier avance a favor de los palestinos." Respecto de Donald Trump, Aznarez es enfático, lo califica como "absolutamente provocador" y señala que su ascenso y protección hacía Israel "tensará aún más el conflicto, incluso en contra de sus otros aliados regionales."

SOLUCIONES AL CONFLICTO ¿UNO O DOS ESTADOS?.

Otro tema completamente distinto es si las cercanías evidentes e inequívocas entre Trump y Netanyahu, garantizan un avance en materia de solución al conflicto. Más en un año como este, en el que se cumple el cincuenta aniversario de la ocupación israelí en Gaza y Cisjordania. En ese sentido, la visita de Netanyahu a su par norteaméricano, en febrero de este año, ha reavivado las posiciones al respecto.

Donald Trump habla de "nuevos acuerdos regionales" que contengan un acuerdo de partes y por otro lado, los árabes sostienen que "si EE.UU quiere realmente la paz, tiene que forzarla sobre Israel y no sobre Palestina", de acuerdo a las declaraciones del diputado de la Lista Árabe Conjunta en la Knéset, Ayman Odeh, a la televisión Libanesa realizadas también en febrero.

La creación de los "dos Estados para los dos Pueblos"; algo que pudo ser un horizonte de continuidad a Oslo, parece estar bastante más lejana que en otros tiempos.

Para Teitelbaum, cualquier instancia de negociación, para tener visos de posibilidad, debe contener cuatro puntos claves e indispensables de acuerdo. "El primero -dice- es volver a los límites territoriales del `67´ con referencias claras e inviolables. El segundo, es la desmilitarización de la ANP y los territorios palestinos. El tercero, una definición respecto del agua y la electricidad y el cuarto, de qué forma se administrará Jerusalén". El dirigente de Meretz insiste que "la negociación no será fácil, ya que la opinión pública israelí tiene una posición muy dura respecto de los palestinos" pero no descarta que se puedan encontrar acuerdos intermedios.

Respecto las partes integrantes de una eventual nueva negociación, Schvindlerman entiende que "el diálogo es regional" y que si bien es posible avanzar en negociaciones, "la presencia de muchos actores dificulta la posibilidad de un acuerdo". De igual modo, pone en la mesa la presencia de Rusia "un país con pretensiones de participación" y los desacuerdos respecto de Irán que puede gravitar fuertemente en el entendimiento entre Estados Unidos e Israel.

Más lejana ve la posibilidad de acuerdos el Director de Resumen Latinoamericano quien señala que "aunque loable como objetivo, es imposible la solución de dos Estados" y agrega que "el odio, la injuría, el maltrato, la muerte vertida por el sionismo sobre el pueblo palestino, han dejado heridas que no serán zanjadas por una mesa de negociación. Además - se pregunta - ¿quién hablará en nombre del pueblo palestino?". Para Aznarez, Mahmud Abbas, Presidente de la ANP, "no cuenta ni con el apoyo ni con la legitimidad para sentarse en una negociación de ese tenor."

EN FIN

Difícil resulta trazar un análisis claro en un conflicto complejizado por el paso del tiempo, los mutuos desacuerdos/deslealtades, las presiones de los enemigos internos a cada facción (tanto israelí como palestina), entre tantas otras variables de peso.

No obstante esta dificultad, hay algunas cuestiones que inquietan, al menos ante posibles negociaciones: en su carácter ¿será de partes o estará tutelada por actores internacionales?; respecto a su alcance ¿será local, es decir solo árabe-palestino-israelí o regional, incluyendo las pretensiones de otros actores internacionales?. Por último, pero no menos importante, está el factor interno, toda negociación implica cesión ¿cuánto está cada parte dispuesta a dejar de lado para alcanzar un acuerdo duradero y posible de respetar, no sólo por los gobiernos, sino también por la opinión pública?.

Aquí la cosa se vuelve más gris. Y el espejo más reciente es la fallida cumbre realizada en Jordania en marzo de 2016. Allí Estados Unidos, Egipto, Israel y el país anfitrión trataron de avanzar en acuerdos de paz. Nada pasó. Al menos, nada que haya cambiado favorablemente el escenario. El ofrecimiento consistía en reconocer el Estado Judío a cambio de reabrir negociaciones con los palestinos con apoyo de países árabes. Natanyahu rechazó la propuesta, aduciendo que no pasaría el filtro de sus aliados de gobierno.

Otra oportunidad que se va… mientras la paloma blanca de Gefen (poeta israelí) sigue envejeciendo, con una rama de olivo cada vez más seca en su pico.


Jorge Alvarez

sábado, 18 de febrero de 2017

EL ETERNO RESPLANDOR DE UN CONFLICTO SIN MEMORIA

Largo y desgarrador, el conflicto sirio es uno de los eventos más significativos de los tiempos que corren. De acuerdo a informes tomados del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, los cinco años de guerra se han cobrado más de 400mil vidas, y ha forzado el éxodo de casi 5 millones de personas. 

 

Mevlüt Mert Altintas luego de disparar contra Andréi Kárlov.

Difícil es saber a qué responde un conflicto de semejantes características. Tan difícil, quizás, cómo entender porqué un país relativamente estable y alejado de las "revueltas árabes" termino siendo victima de una guerra tan prolongada. En retrospectiva, hay analistas señalan que si bien el descontento contra Bashar al-Ásad se hizo evidente en algunos segmentos sociales, lejos estaban estos de ser sustrato suficiente para un conflicto de mayores dimensiones. Incluso, hay quienes dudan de la capacidad de articulación (sin apoyo externo) de los sectores presentados como rebeldes moderados por la prensa internacional.

A esa corriente suscribe Alcira Trincheri, docente de la Universidad Nacional del Comahue y especialista en el mundo árabe. Para Trincheri, los orígenes del conflicto pueden identificarse en tres ejes, pero de distinto orden. El primero "en la evidente disconformidad con Bashar al-Ásad, gobernante de dudoso perfil democrático y poco propenso a convocatoria de elecciones. El segundo, claro, en el accionar de las potencias extranjeras dentro de Siria, y en tercer lugar en el cambio climático. De hecho - señala la especialista- las protestas de Deraa [sur del país], se originaron por el escaso rendimiento en la producción de alimentos que fue consecuencia directa de sequías adjudicables a ese fenómeno de carácter mundial".

Ahora, ¿como es posible que el descontento "social" derive en una guerra civil de cinco años de duración? Carlos Pereyra Mele, analista político y miembro del Centro de Estudios Estratégicos Sudamericanos, indica que a su criterio, “no es posible transformar el descontento en guerra, sin contar con tres factores fundamentales. En principio, `dinero´ para financiar las acciones de supuestos grupos políticos a los que sin dudas se los puede caracterizar como mercenarios. Luego `inteligencia´, para tener capacidad de despliegue territorial y de operatoria dentro y fuera de los territorios en crisis. Y por último `armamento´ factor clave para la consolidación de actores reclutados, entrenados y dirigidos, en este caso, por las monarquías árabes y las potencias centrales, con Estados Unidos a la cabeza, para la desestabilización de Siria".

Es decir, la conformación de grupos radicales armados de orden Sunní (sector mayoritario en el credo islámico) y su propagación en el territorio, no puede desentenderse de una disputa de orden regional. Siria, en tanto República Árabe alineada al campo Chií (sector minoritario en el islam) e históricamente divorciada de los intereses de Estados Unidos (y aliados regionales como Israel), no podía ser sino un escollo en los intereses políticos y económicos "centrales".

DE LA GUERRA

2016 fue un año ceñido de rupturas en el devenir de la Guerra en Siria. En principio, por el accionar de los aliados del gobierno de al-Ásad quienes pudieron consolidar un bloque de acción que evitó, al menos en primera instancia, el despliegue del plan estratégico de Estados Unidos: es decir, la partición del territorio Sirio y la balcanización del conflicto en el campo de los leales al gobierno. Otro punto culmine, quizás el más álgido, fue la recuperación de Alepo (segunda ciudad en importancia política y económica en Siria) que puede ser leída en clave de avance sobre el terrorismo islámico, pero también como victoria estratégica del Ejército Sirio, las milicias Chiíes de Hezbolah, Irán y, fundamentalmente, de la mano militar rusa.

Así lo ve también Pereyra Mele que ha calificado a Alepo "como el Stalingrado de las potencias centrales bajo el mando de Estados Unidos.” Quien además señala que “en los días previos al avance final sobre la ciudad, los medios occidentales no dejaron de difundir flagrantes violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno Sirio, bombardeos salvajes y una profunda crisis humanitaria. Ahora bien, luego de la recuperación, Alepo desapareció de los medios, no solo por el impacto de la derrota de los grupos terroristas, sino también porque no se logró evacuar mercenarios a las ordenes de Estados Unidos, Arabia Saudita y Turquía a través de los famosos cordones humanitarios que se proponían.”

"Hasta la perdida de una batalla por un ejército puede ser contrapesada no sólo por la victoria obtenida en una batalla más importante, sino que podría ser transformada en acontecimiento afortunado. Nadie puede dudar de esto; [...] el peso de cada victoria [...] es tanto más independiente cuánto más importante es la parte conquistada" decía Karl von Clausewitz en su tratado "De la guerra".

Alepo, su recuperación como bastión estratégico y el obligado repliegue táctico del terrorismo, fueron elementos de incontrastable gravitación en el desenlace de los acontecimientos finales del conflicto. De hecho, pese a la toma de Palmira y la presencia yihadista en Al Raqqa (dos ciudades sirias importantes), no hubo eventos que pudieran obstaculizar el avance del Ejercito Sirio (y aliados) en la reconquista del territorio, así como tampoco existieron elementos que impidieran el avance de las negociaciones que plasmaron, el pasado 30 de diciembre, una tregua hasta que las misiones diplomáticas fijaran mecanismos de supervisión del “alto al fuego”, como base para la concreción de acuerdos políticos futuros.

PAX SIRIA

Astaná, la capital de Kazajistán, fue la ciudad elegida para el primer Encuentro de Paz, realizado el pasado 23 y 24 de enero. Allí la diplomacia rusa, iraní y turca se encontraron cara a cara para avanzar en negociaciones ya de orden político. No habiendo sido suficiente el primer paso, debió repetirse el encuentro el pasado 16 de febrero, esta vez, con la incorporación de Jordania y Estados Unidos como observadores del proceso de paz.

Si bien las dos reuniones han mantenido gran parte de las discusiones, algunos datos, aunque generales, trascendieron. Por ejemplo, se supo que en la primera de las reuniones Rusia propuso una nueva constitución para Siria y que en la segunda, Irán ratificó que ningún acuerdo será posible, si se atenta contra la integridad territorial siria, la soberanía del país árabe y su legítimo gobierno. En otras palabras, ninguna solución puede dejar afuera a Bashar al-Ásad.

No obstante esto, la incertidumbre todavía tiñe el horizonte medio oriental. La posibilidad de acuerdos efectivos y sostenibles en el tiempo, sigue siendo materia de análisis.

"El dato clave para entender las negociaciones de Astaná, es que son negociaciones sostenidas por actores regionales, con intereses en pugna, pero sin Estados Unidos de por medio" afirma el sociólogo y analista internacional Gabriel Merino. "Lo que estamos viendo -continúa- es la cristalización de una nueva correlación de fuerzas donde el influjo ruso-iraní, ha logrado prevalecer sobre los intereses de Turquía que, a pesar de mantener lazos con los rebeldes, tuvo que sentarse en una misma mesa para acordar puntos en común sobre la situación siria con otros actores con los que esta visiblemente enfrentada."

En el mismo sentido, Merino señala que "el bloque globalista-anglosajón ha visto debilitada su estrategia para medio oriente con el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos" y que la puja de intereses "entre los neoconservadores y globalistas de viejo cuño, marcarán el ritmo de las definiciones de acuerdo hacía donde se incline la balanza en temas clave como coordinación posible con Rusia y política hacía Irán.”

¿SEÑALES DE QUÉ?

Más allá de las expectativas abiertas en las negociaciones de Astaná y el intento de ONU y Estados Unidos por amparar diálogos en Ginebra, la duda respecto de la continuidad del conflicto o su definitiva clausura divide la opinión de los especialistas.

Gabriel Merino, considera que "la guerra en Siria continuará, al menos hasta que se recuperen las ciudades de Palmira y al Raqqa, todavía en manos del terrorismo islámico." Y señala que "no hay que dejar de prestar atención al norte de Siria, donde Kurdos, no alineados pero si en acuerdo con Estados Unidos, tienen una posición independiente respecto de Bashar al-Ásad y Turquía".

En otro sentido, Carlos Pereyra Mele sostiene que "la guerra está definida, sobre todo por el efecto Alepo” y que lo que “la nueva administración de Estados Unidos debe definir, es como sale de la situación, sin pagar consecuencias que sean demasiado costosas en términos políticos". Apuntala Pereyra Mele en esa línea, que “las tensiones entre el CIA y el Pentágono (uno generando caos ordenado y el otro mandando tropas para detener los conflictos) será gravitante en la prosecución de los acuerdos de paz.”

Menos optimista se muestra la historiadora Alcira Trincheri, para quien "la nueva administración norteamericana, al estilo clásico de los gobiernos republicanos, fortalecerá la intervención militar en el conflicto” y en esa línea debe entenderse el anuncio realizado por el Departamento de Estado “de eventual envío de tropas regulares a territorio sirio."

En definitiva, volviendo al Clausewitz que entendía "la guerra como la continuidad de la política pero por medios más violentos" el retorno de la política al convulsionado campo sirio, no parece corresponderse con el final de los enfrentamientos.

Ahora bien, ¿es lo mismo terminar la guerra que alcanzar la paz? Solo el tiempo podrá ilustrarlo.


miércoles, 8 de febrero de 2017

Mercosur: ¿Todo concluye al fin?

“El mundo es sólo una palabra para el juego general de estas acciones”
Friedrich Nietzsche

Pocos organismos regionales han tenido la dinámica de cambios y contrasentidos facticos de nuestro Mercosur. Nacido como zona aduanera, propuso objetivos bajo el modelo que supo ser la Unión Europa. El brexit, Trump y la derecha gobernante en la región, parecen haberle dado otro carácter… ¿cambiamos?


La República Bolivariana de Venezuela, de acuerdo a lo previsto en el Tratado de Asunción y el protocolo de Ouro Preto (ambos acuerdos multilaterales de Mercosur) asumió la Presidencia Pro Tempore del bloque, en julio del año pasado, con un contexto político continental harto desfavorable. En principio, el cambio de gobierno en la Argentina le laceró un aliado de peso y con el golpe de estado de Brasil en marcha, la idea expuesta por el presidente Macri en diciembre de 2015, se terminaba de consolidar con el ascenso de Michel Temer, ya en julio de 2016. Mercosur debía cambiar, pero para ello hacía falta separar algunos actores.

Los objetivos de los presidentes de Argentina y Brasil consistían en abonar en la tesis de flagrante violación de los Derechos Humanos en Venezuela, señalar las acciones del oficialismo como restrictivas de libertades y derechos y denunciar que se estaba utilizando la fuerza del estado para someter a la oposición. Todo ello, claro, para propiciar la intervención de la Organización de Estados Américanos (OEA) y justificar un replique sancionatorio en Mercosur.

En ese marco de hostilidades internacionales, Argentina, Brasil y también Paraguay, comenzaron a minar la “gobernanza” regional caraqueña, no sólo desconociendo el ejercicio pleno de la Presidencia Pro Tempore en Mercosur, sino también desconociendo la legalidad de la adhesión de Venezuela al bloque, sugiriendo para ello la revisión de sus estatus como miembro pleno.
La argucia, no carecía de fundamentos, todos los cancilleres sostenían que Caracas no había adecuado su ordenamiento a la normativa del bloque, cuestión que el mismo Presidente Nicolás Maduro reconoció en diciembre pasado (restaba adecuar y notificar el 5% del total de la normativa en cuestión). No obstante, los artificiales de la Triple Alianza no mencionaron (y tampoco sugirieron) la ausencia de “legislación regional” para sancionar a un país en esas condiciones.

Poco importó si hubo observaciones de otros países de la región. Continuando con el proceso, y en un hecho de dimensiones diplomáticas nunca vistas Venezuela fue expulsada del Bloque regional a tan sólo 28 días de finalizar el ejercicio de la Presidencia Pro Tempore. Pese al escándalo, hubo clausura de puertas de acceso a la XI Reunión Extraordinaria del Consejo del Mercado Común del Sur, golpes a la Canciller bolivariana Delcy Rodríguez, entre tantas otras acciones, la suerte corría del lado de los “aliados”: sacando del juego a Venezuela, se podía apuntalar un proceso de integración, dando la espalda al continente.

De acuerdo a la opinión de la politóloga argentina Mariana Vazquez, ex integrante de la oficina de Enlace de Movimientos Sociales de Mercosur, la maniobra de los conjurados tiene al menos dos motivos centrales. “En principio, excluir el potencial veto de Venezuela ante un cambio en la estrategia de integración, porque hace tiempo ya existe consenso entre los países del Mercosur a reorientar el bloque en un sentido de liberalización comercial, proceso al menos en lo económico, acompañado también por Uruguay. ” El segundo motivo, señala Vazquez, “es que hay una alineación con Estados Unidos de América, con el objetivo de aislar a Venezuela, no sólo en la región sino también a nivel global. Es decir, estamos ante gobiernos que han decidido imponer un proyecto económico al Mercosur y a la región, que es liberalizador, flexibilizador, llevándose puesto el Estado de Derecho. Esto en la región no es menor y en la historia de la región más aún.” 

Michel Temer y Mauricio Macri en la reunión del lunes 6 en Brasil.


LA SITUACIÓN INTERNA

A grandes rasgos se podría señalar que el avance de la oposición venezolana sobre el oficialismo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) se intensificó, exitosamente, luego de la muerte de Hugo Chavez. Tal vez la ausencia de un reemplazo de su calibre, el propio desgaste de los oficialismos en ejercicio de gobierno y la caída del precio del barril de petroleo en el mercado internacional, puedan ser elementos que complementen una tesis tan amplia.

Más allá de las causas del orden actual de las cosas, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), una suerte de instancia pluripartita de anti-chavistas, ha puesto en escena con sus mayorías parlamentarias transitorias una serie de dispositivos “institucionales” destinados a desconocer la legitimidad del gobierno de Nicolás Maduro. A la distancia, difícil es saber si estás acciones están coordinados como complemento, o como agente catalizador, de lo que hasta ahora ha sido su principal punto de acuerdo: solicitar la revocatoria del mandato del presidente.

El tema no es tan fácil. La Constitución Bolivariana de Venezuela, distinta en su concepción de lo popular, difiere en mucho a lo que hemos visto nosotros como experiencia liberal de ordenamiento del poder público. Allí, el poder popular es soberano, y aunque las oposiciones tengan facultades sancionatorias ante incumplimientos, excesos y otras violaciones del orden político, es la ciudadanía a través del voto popular, la que define si un funcionario (en este caso el mismísimo Maduro) continúa o no en su cargo. Por eso, no existe el “juicio político” de resolución parlamentaria, al que nosotros estamos tan habituados. Y tal vez por ello también, ante el fracaso de las acciones previstas, la oposición ha visto diluir sus esfuerzos con el paso del tiempo.

En la actualidad, el dialogo entre oficialismo y oposición se encuentra suspendido, la vía revocatoria demorada y la MUD francamente debilitada en sus aspiraciones y liderazgos. Ahora bien ¿cómo impacta el proceso del Mercosur y la actitud de los países de la región contra Venezuela en la política interna del país? La dirigenta bolivariana Dubraska Pérez Yaguaramay plantea que las urgencias sociales, han puesto la mira sobre emergentes de mayor impacto interno. “Aquí nuestro problema es el tema de la alimentación -señala Dubraska-. Los CLAP (Cómites Locales de Abastecimiento y Producción) no dan a basto para atender la demanda de las comunidades más alejadas de los centros urbanos, allí la gente es victima del mercado negro, hasta tanto podamos llegar con la bolsa de alimentos”.

Desde hace años, producto de situaciones que exceden la crónica propuesta, Venezuela es victima de una “guerra económica” furiosa. Las consecuencias se asimilan al desabastecimiento en época de Allende en Chile y a los bloqueos en la comercialización de productos que vivió nuestro país cuando el incidente de la Resolución 125. Pese a los esfuerzos gubernamentales, existen aún falencias en materia de producción (se importa el 80% de lo que se consume) y las tareas solo atienden la faceta distributiva del problema. Es decir, se prioriza llegar con los alimentos más que a producirlos.

No obstante ello, Dubraska enfatiza que “la crisis la tiene la MUD, entre [Enrique] Capriles, [Jesús] Chuo Torrealba y [Henry] Ramos Allup son mayoría en la Asamblea Nacional y no logran ponerse de acuerdo en asuntos que vayan en beneficio del país. Aún así el gobierno insiste en el dialogo y sigue llamando a conciliar intereses en favor de Venezuela, en este proceso que vivimos, nos ha quedado claro a todos los venezolanos, la cara antidemocrática de la oposición al proyecto de Chavez”.

LA SUERTE ESTÁ ECHADA

De acuerdo a lo que comunicó el presidente de Mauricio Macri durante la visita que hiciera hace unos días a la República Federativa del Brasil, en el actual proceso de Mercosur se encara “el fortalecimiento interno del bloque y su relación con el mundo, empezando con la negociación con la Unión Europea (UE)”. Señaló también nuestro Presidente que “hay varios países interesados en ampliar la relación con nosotros, como la Alianza con el Pacifico (sic) y México, que ante el cambio de escenario, va a mirar al sur con mayor decisión”. El diagnostico pareciera ser el mismo: necesidad de integración, fortalecimiento de los vínculos regionales y oportunidad para el crecimiento. Las respuestas, lamentablemente son en sentido contrario a la historia reciente.

Este 9 de febrero está previsto se trate en Montevideo, Uruguay, el recurso de queja que ha presentado formalmente la República Bolivariana de Venezuela en lo atinente a la exclusión ilegal y arbitraria del bloque regional. Tal vez, el resultado de la contienda pase a formar parte de la anécdota periodística, tal vez ni tenga cobertura, si uno lo compara con el tratamiento que tuvo la fase “comunicacional” del este proceso de exclusión.

Más allá de las posiciones personales y las perspectivas en la disputa de los sentidos, uno podría preguntarse si en este contexto el proyecto de integración debe caminar en la dirección propuesta por la Triple Alianza. No es para despreciar, que tanto Venezuela como Ecuador (en tanto aliado regional) en este momento están al frente de dos organismos de integración de carácter global. El “Movimiento de los Países no Alineados” y el “G77 + China”, respectivamente. Incluso, se podría evaluar si en el “repliegue” estratégico de dos potencias centrales como son EE.UU y Reino Unido de los ámbitos más plurales, no es un momento para apostar a la multilateralidad y la heterodoxia económica, más que a los raídos acuerdos de libre comercio y dependencia.

En ese sentido, la exclusión de Venezuela del Mercosur, el apuntalamiento de los gobiernos de mismo cuño (en la actualidad hacía la derecha) y la apuesta a segmentos de integración hacia el norte, parecen ser elementos que, lejos de estar aislados, forman parte de un definido programa de restauración del orden pre-existente a los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe.

Otro cambio de orientación, en este caso, con “novedades” a contrasentido de los tiempos que corren.

viernes, 3 de febrero de 2017