Facundo
es un jugador de fútbol de ritmo pausado y cabeza fría. Para ser
“Decano” tiene un estilo de juego atípico: es elegante y preciso
con la pelota; además de un furioso ordenador de la táctica
colectiva dentro del campo de juego. Su pose, su presencia (y tal vez
su impronta) lo acercan más a un “centro has” de la vieja
guardia que a los mezquinos volantes de contención del fútbol
contemporáneo.
Facundo Montanaro (izquerda de la imagen) y Diego Roger. |
Por
gentileza de su padre, nos encontramos en su casa. La charla comienza
con referencias al partido de la Selección Argentina que había
presentado técnico con una victoria ante el “todo poderoso”
Brasil, justo en esa mañana. Pese a haber estado en la escuela
Facundo devela, con mucho disimulo, la trampa “tecnológica” que
le permitió mirar el partido desde un celular conectado a “WI-FI”.
Una novedad del servicio pago de cable que el cronista ignoraba
ignominiosamente, pero que al entrevistado le permitió ver el gol de
Mercado sin ser detectado por el “ojo” docente.
Montanaro es hincha de Vélez y juega en la Octava División del Club
Pacífico de Neuquén. Su equipo ha retenido durante largas y
batalladas fechas la punta de un torneo que los tiene como primeros
candidatos. Dentro del campo de juego, su rol es de contención
(por disposición táctica), pero él dice que gustaría de
estar más suelto y probar suerte como “enganche”. Sus referentes
son Fernando Gago, Zinedine Zidane y Sergio Busquets. En la cancha
se nota. De Gago ha tomado el perfil más metodista, mientras que de
Zidane, la proyección con pelota en el piso.
“El
fútbol
es como una
rutina: entrenas de lunes a viernes y el fin de semana vas a jugar.
Pese a eso, para mí es el único deporte en el que podes parecerte a
los de más alto nivel. Competís en torneos con regularidad y es
cómo si fueras un jugador profesional”
dice delimitando fríamente la mirada sobre el deporte. Para Facundo,
una cosa es jugar y apasionarse, y otra (muy) distinta analizar el
fenómeno deportivo. Es una suerte de “Dr. Jekyll y Mr.
Hyde”, el primero cuando piensa el fútbol. El segundo, cuando lo
vive.
La octava división de Pacífico, puntera y candidata. |
La
entrevista continúa y él plantea que le gustaría “llegar a
ser un jugador profesional”, pero señala que “al fútbol,
hay que acompañarlo con otras cosas”, retóricamente plantea
“¿cuánto dura la carrera de un jugador? con suerte hasta las
35 años.” Él piensa que un deportista que no acompaña su
carrera con formación académica es un potencial “frustrado”. O
bien porque su carrera termina rápido o bien porque luego de ella
“no tiene nada más que hacer”.
En
los últimos años Neuquén ha tenido una buena racha de jugadores
proyectados al fútbol
nacional:
Matias Castro, delantero de “Patagonia” que jugó la Libertadores
con Danubio de Uruguay; el zapalino “Huevo” Acuña, que ha
logrado hacerse de la camiseta del seleccionado nacional y el joven
Gabriel Arias, quien en los últimos años ha deslumbrado en el arco
de “Defensa y Justicia”.
El
cronista imagina el sueño del pibe en la cabeza de este joven de 14
años y piensa en lo estimulante que puede ser el horizonte que abre
el fútbol de la Primera División de AFA (Asociación de Fútbol
Argentino). Facundo sueña, por
supuesto, pero no deja de
evaluar los “efectos colaterales” que toda aspiración trae
consigo.
Dice
que los
jugadores neuquinos tienen
“un montón de chances de llegar al fútbol grande” y
que “después
de la ‘Neuquén Cup’ muchos chicos empezaron a irse.” Hasta
ahí, la parte linda de la historia. Facundo cuenta que el problema
es que “los
chicos están solos en un lugar desconocido para ellos, sin
contención familiar, y eso lo aprovechan los que son de locales para
robarles o romperles las cosas”.
El efecto, es tremendo. Desolados los pibes deciden volver trayendo
consigo pena y frustración: “un
montón de pibes no la pasan bien” sentencia.
El
duro traspié del cronista que esperaba un “sueño del pibe”
clásico, se ve trastocado por la incorporación de la parte “no
documentada” de las postales de ensueño. El entrevistado, sensible
a la falta de respuesta del periodista, cambia de tema y vuelve a su
Pacífico “natal”.
Señala
que entrena “todos
los días para ser titular”
y que no le gusta “ir
al banco”.
Cuenta
también
que
cuando hace un gol piensa “más
en el festejo que en la dedicatoria, aunque mi papá sabe que los
goles que hago siempre
de los dedico a él”.
Facundo
dentro de la cancha quiere ser dueño del juego y de la pelota. Dice
que no acepta “los malos resultados” y “sufre” cuando le
piden el cambio.
El
entrevistador sale del rincón y gana aire. La charla vuelve al
sendero más acorde a las expectativas originales. El entrevistado,
más “futbolístico” y menos “traumático”, cuenta dos
anécdotas dignas de mención. La primera, es sobre su ingreso a la
cancha: siempre lo hace “dando salto sobre el pie derecho”, en un
ritual que termina con un extraño saludo a la nada mostrando “las
palmas abiertas.”
La
segunda es sobre el club de sus amores. Dice
textualmente
“en el 2009 yo
me estaba empezando a hacer hincha de Velez, y
como veníamos
ganando, todos los partidos me hacía un poco más hincha. Me
acuerdo que estábamos en
el Diario de mi viejo y todos estaban mirando el partido final
entre Velez y Huracán.
Todos
a favor de Huracán y
nosotros eramos los únicos que hinchábamos por Velez…
Me acuerdo que
cuando hizo el gol Maxi Morales salte la silla y corrí a abrazarlo a
mi viejo, gritamos muchísimo ese gol.”
Al
final de la charla, el pibe sonríe y el cronista queda satisfecho.
No obstante algo le hace ruido. Haberse enterado de los “retornos
forzados”
de muchos adolescentes que la pasan mal en Buenos Aires, lo lleva
replantearse los modos de comunicar la noticia y las formas de
comentar un sueño… pero
eso será
para otra instancia, hoy solo hablamos de Facundo Montanaro, un
pibe que quiere ganar un torneo que ya se le escapó dos veces.
LO ENTREVISTÉ Y DIO MUESTRAS DE SER UN CHICO MUCHO MÁS MADURO DE LO QUE DE SU EDAD PODRÍA ESPERARSE... UN GRAN PROYECTO DEL QUE SEGURAMENTE EN EL FUTURO HABLAREMOS...
ResponderEliminarEs cierto. Un pibe maduro, reflexivo pero a la vez apasionado. Ojalá llegue.
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