Figura silenciosa de los últimos años del país, el Presidente Arturo Illia, fue otro de los radicales en el poder que tuvo dificultades en su relación con el Movimiento Obrero Organizado, principalmente con el Peronista.
En un contexto latinoamericano de revoluciones permanentes y con las potencias disputandose la hegemonía en Asia y África, este radical de viejo puño, tuvo que comandar un país de fogones permanentes.
Otra postal de la época.- |
EL
CONTEXTO
Habiendose
producido el golpe de estado a Arturo Frondizi, un gobierno transitorio,
liderado por el Presidente del Senado José María Guido, anuló las elecciones en
las que las fuerzas neoperonistas se hicieron de varias gobernaciones
(principalmente la de Provincia de Buenos Aires, donde había ganado el
Dirigente Gremial Andrés Framini), y volvió a proscribir el peronismo, bajo
todas las formas posibles. Corría el año 1962 y el presidente de facto,
analizaba la posibilidad de convocar a nuevas elecciones, esta vez, sin
posibles emergentes peronistas.
En
cuanto al movimiento obrero refiere, el proceso de los gobiernos radicales, fue
marcando una serie de eventos que delinearon la aparición de nuevas expresiones
gremiales, de macada identidad política, mucho más influenciada por los
procesos revolucionarios que se estaban dando en el mundo, que por la imagen
del General exiliado. Puede decirse, en este sentido, que Revoluciones como las
Cubana, Rusa y China, el campo socialista y los procesos de lucha anticolonial
en América Latina y Asia, dieron marco conceptual, para la incipiente aparición
de estas expresiones, todavía sectorialmente focalizadas y de escasa influencia
en el Movimiento Obrero, predominantemente Peronista.
Desde
la Central Obrera Argentina (CGT), la llegada de un nuevo radical al gobierno,
producida el 12 de octubre de 1963, tuvo un sinsabor que dificultó el análisis
y generó más de una contradicción en el accionar que debía tenerse frente a
este. Arturo H. Illia, había ganado con un magro 25% las elecciones donde la
segunda fuerza (con un 18%) había sido el voto en blanco. Esto, significó un
duro revés para el peronismo, todavía abroquelado en el Movimiento Obrero,
quien en 1962 ya había sufrido la anulación de las elecciones en las que varios
dirigentes gremiales participaron activamente.
EL
GOBIERNO
El
gobierno de Illia, radical perteneciente a la Unión Cívica Radial del Pueblo,
es difícil analizarlo si no se lo “aísla” del contexto en el que tuvo que
ejercer el poder y del relato popular sobre la figura presidencial.
Macroeconómicamente
el Gobierno de Don Arturo, tuvo excelentes índices. En tres años de gestión
logró disminuir en tres puntos porcentuales la desocupación y elevar el salario
real un 9,6%. Asimismo, se consolidó el proceso de reactivación de la
industria, lo que garantizó un repunto del Producto Bruto Interno del país.
Eso
sí, hubo tres grandes ejes del gobierno radical, que garantizaron un halito de
buenas noticias para los sectores populares de la Argentina. Uno de ellos fue
la anulación de los contratos petroleros del Presidente Frondizi, quien en un
intento de desarrollo (más en los fines que en los medios –en este caso
puntual) permitió el ingreso de grandes capitales extranjeros para promover el
desarrollo de la actividad petrolera. Dijo el presidente Illia en aquel momento
que la anulación de los contratos se producía por "vicios de ilegitimidad y por ser
dañosos a los derechos e intereses de la Nación" (15/11/1963). Otro de los
hechos importantes de la gestión fue la incorporación del Salario Mínimo, Vital
y Móvil a la Legislación Argentina con el fin de "evitar la explotación de
los trabajadores en aquellos sectores en los cuales puede existir un exceso de
mano de obra", "asegurar un ingreso mínimo adecuado" y
"mejorar los salarios de los trabajadores más pobres", medida que fue
acompañada por la Ley de Abastecimiento, que pretendía controlar los precios de
los artículos de la Canasta Básica Alimentaria. Finalmente, se puede señalar
que (quizás) el último de los logros de la gestión fue la Ley de Medicamentos,
puesta en marcha para controlar la producción, comercialización y sobre todo
los precios de estos.
EL
MOVIMIENTO OBRERO Y EL GOBIERNO
Decir
que Arturo Umberto Illia fue una víctima del contexto, podría no ser desacertado
conceptualmente. Mientras se producían las medidas señalas precedentemente, y
se bajaba la deuda externa de 3.400 millones de dólares a 2.600 millones, el
Movimiento Obrero Argentino parecía estar pendiente de otros temas (entre
ellos: el retorno del Gral. Perón). Fue así que para finales de 1963 pudo
armarse un fuerte plan de lucha contra el Gobierno Nacional que constó de dos
etapas. La primera, sectorialmente aplicada, con huelgas, paros, asambleas de
fábrica y la segunda con ocupaciones de fábricas y movilizaciones masivas.
A
esto, se sumó un gran esfuerzo de los medios de comunicación de la época,
quienes aprovecharon el escaso margen de votos recibidos por Illia, para
comenzar una fuerte campaña de deslegitimación. Por su parte, los militares no
se quedaron quietos y aprovecharon muy bien la debilidad del gobierno para
fomentar la idea del “Golpe necesario” para salvar al país.
Hay,
si se quiere, un punto de inflexión en el proceso, ya que en diciembre de 1964,
el Gral. Juan Domingo Perón, intentó por primera vez regresar al país. Illia,
tal vez temeroso de los sucesos que podrían desencadenarse si esto se
concretaba, solicitó al Gobierno de Brasil que retuviera al Gral. Perón e
impidiera su arribo a la Argentina. Esto que puede parecer un hecho menor y
complemente paralelo a la historia del Movimiento Obrero, revistío, en aquel
momento, una importancia singular, ya que luego de esto, se profundizó la
contradicción entre dos tendencias que ya se disputaban la hegemonía hacia
dentro del peronismo. Los identificados con el líder metalúrgico Augusto
Timoteo Vandor, nucleados en las 62 Organizaciones, que comenzaron a hablar de
un peronismo sin Perón, y el otro agrupado en torno al dirigente textil Andrés
Framini, que funda las 62 organizaciones “de pié junto a Perón”, que defendía
la historia e imagen del Gral..
La
Argentina, se hacía convertido en un hervidero de presiones políticas. Por
osmosis, lo mismo que se discutía hacía dentro de la CGT, tuvo eco en el
Ejercito, en cuyas filas los mandos debatían que hacer con el peronismo. Había
quienes buscaban prohibirlo completamente, por considerarlo peligroso (los
“colorados”), mientras que otros (los colorados), poniendo más acento en el
comunismo, preveía una convivencia controlada con los peronistas, como
resguardo ante el crecimiento de la izquierda.
LOS
MOMENTOS FINALES
Al
fin y al cabo, las distintas fuerzas del país, los medios de comunicación y los
capitales afectados por la política de Illia, pusieron coto al gobierno
nacional. Nadie descartaba el golpe.
Por
un lado, Azules y Colorados (como facciones en disputa) luchaban en el Ejército
para determinar quien conduciría el nuevo proceso. Por otro, el Movimiento
Obrero, dividido por el contexto del país y la figura del Gral. Perón, se disputaba
el contenido de los planes y proclamaciones. Había marchas y contramarchas
sobre lo que se hacía y esto dificultaba el accionar orgánico de la CGT en los
centros urbanos. Mientras que en el interior, sobre todo en el cordón azucarero
del noroeste y las zonas industriales de Córdoba y Santa Fe, se albergaban los
primeros agrupamientos de la izquierda revolucionaria con ascendencia entre los
trabajadores.