miércoles, 27 de junio de 2012

EL MOVIMIENTO OBRERO Y LOS GOBIERNOS RADICALES (II)


Figura silenciosa de los últimos años del país, el Presidente Arturo Illia, fue otro de los radicales en el poder que tuvo dificultades en su relación con el Movimiento Obrero Organizado, principalmente con el Peronista.
En un contexto latinoamericano de revoluciones permanentes y con las potencias disputandose la hegemonía en Asia y África, este radical de viejo puño, tuvo que comandar un país de fogones permanentes.
Otra postal de la época.-


EL CONTEXTO

Habiendose producido el golpe de estado a Arturo Frondizi, un gobierno transitorio, liderado por el Presidente del Senado José María Guido, anuló las elecciones en las que las fuerzas neoperonistas se hicieron de varias gobernaciones (principalmente la de Provincia de Buenos Aires, donde había ganado el Dirigente Gremial Andrés Framini), y volvió a proscribir el peronismo, bajo todas las formas posibles. Corría el año 1962 y el presidente de facto, analizaba la posibilidad de convocar a nuevas elecciones, esta vez, sin posibles emergentes peronistas.

En cuanto al movimiento obrero refiere, el proceso de los gobiernos radicales, fue marcando una serie de eventos que delinearon la aparición de nuevas expresiones gremiales, de macada identidad política, mucho más influenciada por los procesos revolucionarios que se estaban dando en el mundo, que por la imagen del General exiliado. Puede decirse, en este sentido, que Revoluciones como las Cubana, Rusa y China, el campo socialista y los procesos de lucha anticolonial en América Latina y Asia, dieron marco conceptual, para la incipiente aparición de estas expresiones, todavía sectorialmente focalizadas y de escasa influencia en el Movimiento Obrero, predominantemente Peronista.

Desde la Central Obrera Argentina (CGT), la llegada de un nuevo radical al gobierno, producida el 12 de octubre de 1963, tuvo un sinsabor que dificultó el análisis y generó más de una contradicción en el accionar que debía tenerse frente a este. Arturo H. Illia, había ganado con un magro 25% las elecciones donde la segunda fuerza (con un 18%) había sido el voto en blanco. Esto, significó un duro revés para el peronismo, todavía abroquelado en el Movimiento Obrero, quien en 1962 ya había sufrido la anulación de las elecciones en las que varios dirigentes gremiales participaron activamente.

EL GOBIERNO

El gobierno de Illia, radical perteneciente a la Unión Cívica Radial del Pueblo, es difícil analizarlo si no se lo “aísla” del contexto en el que tuvo que ejercer el poder y del relato popular sobre la figura presidencial.
Macroeconómicamente el Gobierno de Don Arturo, tuvo excelentes índices. En tres años de gestión logró disminuir en tres puntos porcentuales la desocupación y elevar el salario real un 9,6%. Asimismo, se consolidó el proceso de reactivación de la industria, lo que garantizó un repunto del Producto Bruto Interno del país.

Eso sí, hubo tres grandes ejes del gobierno radical, que garantizaron un halito de buenas noticias para los sectores populares de la Argentina. Uno de ellos fue la anulación de los contratos petroleros del Presidente Frondizi, quien en un intento de desarrollo (más en los fines que en los medios –en este caso puntual) permitió el ingreso de grandes capitales extranjeros para promover el desarrollo de la actividad petrolera. Dijo el presidente Illia en aquel momento que la anulación de los contratos se producía por  "vicios de ilegitimidad y por ser dañosos a los derechos e intereses de la Nación" (15/11/1963). Otro de los hechos importantes de la gestión fue la incorporación del Salario Mínimo, Vital y Móvil a la Legislación Argentina con el fin de "evitar la explotación de los trabajadores en aquellos sectores en los cuales puede existir un exceso de mano de obra", "asegurar un ingreso mínimo adecuado" y "mejorar los salarios de los trabajadores más pobres", medida que fue acompañada por la Ley de Abastecimiento, que pretendía controlar los precios de los artículos de la Canasta Básica Alimentaria. Finalmente, se puede señalar que (quizás) el último de los logros de la gestión fue la Ley de Medicamentos, puesta en marcha para controlar la producción, comercialización y sobre todo los precios de estos.

EL MOVIMIENTO OBRERO Y EL GOBIERNO

Decir que Arturo Umberto Illia fue una víctima del contexto, podría no ser desacertado conceptualmente. Mientras se producían las medidas señalas precedentemente, y se bajaba la deuda externa de 3.400 millones de dólares a 2.600 millones, el Movimiento Obrero Argentino parecía estar pendiente de otros temas (entre ellos: el retorno del Gral. Perón). Fue así que para finales de 1963 pudo armarse un fuerte plan de lucha contra el Gobierno Nacional que constó de dos etapas. La primera, sectorialmente aplicada, con huelgas, paros, asambleas de fábrica y la segunda con ocupaciones de fábricas y movilizaciones masivas.
A esto, se sumó un gran esfuerzo de los medios de comunicación de la época, quienes aprovecharon el escaso margen de votos recibidos por Illia, para comenzar una fuerte campaña de deslegitimación. Por su parte, los militares no se quedaron quietos y aprovecharon muy bien la debilidad del gobierno para fomentar la idea del “Golpe necesario” para salvar al país.

Hay, si se quiere, un punto de inflexión en el proceso, ya que en diciembre de 1964, el Gral. Juan Domingo Perón, intentó por primera vez regresar al país. Illia, tal vez temeroso de los sucesos que podrían desencadenarse si esto se concretaba, solicitó al Gobierno de Brasil que retuviera al Gral. Perón e impidiera su arribo a la Argentina. Esto que puede parecer un hecho menor y complemente paralelo a la historia del Movimiento Obrero, revistío, en aquel momento, una importancia singular, ya que luego de esto, se profundizó la contradicción entre dos tendencias que ya se disputaban la hegemonía hacia dentro del peronismo. Los identificados con el líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, nucleados en las 62 Organizaciones, que comenzaron a hablar de un peronismo sin Perón, y el otro agrupado en torno al dirigente textil Andrés Framini, que funda las 62 organizaciones “de pié junto a Perón”, que defendía la historia e imagen del Gral..

La Argentina, se hacía convertido en un hervidero de presiones políticas. Por osmosis, lo mismo que se discutía hacía dentro de la CGT, tuvo eco en el Ejercito, en cuyas filas los mandos debatían que hacer con el peronismo. Había quienes buscaban prohibirlo completamente, por considerarlo peligroso (los “colorados”), mientras que otros (los colorados), poniendo más acento en el comunismo, preveía una convivencia controlada con los peronistas, como resguardo ante el crecimiento de la izquierda.

LOS MOMENTOS FINALES

Al fin y al cabo, las distintas fuerzas del país, los medios de comunicación y los capitales afectados por la política de Illia, pusieron coto al gobierno nacional. Nadie descartaba el golpe.
Por un lado, Azules y Colorados (como facciones en disputa) luchaban en el Ejército para determinar quien conduciría el nuevo proceso. Por otro, el Movimiento Obrero, dividido por el contexto del país y la figura del Gral. Perón, se disputaba el contenido de los planes y proclamaciones. Había marchas y contramarchas sobre lo que se hacía y esto dificultaba el accionar orgánico de la CGT en los centros urbanos. Mientras que en el interior, sobre todo en el cordón azucarero del noroeste y las zonas industriales de Córdoba y Santa Fe, se albergaban los primeros agrupamientos de la izquierda revolucionaria con ascendencia entre los trabajadores.

La crónica del final se terminó de escribir el 28 de junio de 1966, cuando el Gral. Julio Alsogaray y el Cnel. Luis Perlinger, se apostaron en el despacho del Jefe de Estado, “ustedes no tienen nada que ver con el Ejercito de Belgrano y San Martín” habría dicho Illia en presencia de los golpistas. La dignidad de los últimos momentos no bastó para detener el golpe. Los “colorados” habían ganado la batalla, el movimiento obrero se preparaba nuevamente para la resistencia.

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