miércoles, 27 de junio de 2012

MOVIMIENTO OBRERO Y GOBIERNOS RADICALES (I)


El movimiento obrero, reestructurado como “peronista” luego de la primera Presidencia del Gral. Juan Domingo Perón, fue un elemento de poder latente en la política de los últimos años.
Amado y odiado por los partidos de poder, supo estructurar alianzas (muchas veces improductivas) con los distintos gobiernos. Eso sí, la convivencia con los radicales del Siglo XX (Frondizi, Illia, Alfonsín) no fue, lo que podría decirse, una relación fácil de llevar. Este mes pretendemos armar una crónica en la que podamos reflexionar juntos sobre los modos en los que se fueron dando los procesos y como, a veces, “con la democracia no solo se vota”.
Frondizi y Fidel, dos grandes estadistas del Siglo XX.


Luego de un acuerdo con el Peronismo, secretamente realizado entre John William Cooke y Rogelio Frigerio (secretarios privados de Perón y Frondizi, respectivamente), Arturo Frondizi allano el 65 porciento  del camino que lo conduciría a la presidencia del país.

Formalmente fue electo el 23 de febrero de 1958 y asumió como presidente el 1 de mayo del mismo año. Su perfil fue “desarrollista”, su lógica buscó cambiar la matriz productiva del país, para dejar de ser una nación agroexportador y convertirnos en un polo productivo industrial y con alto grado de desarrollo en materia hidrocarburífera. Su base de apoyo fue altamente heterogénea y su política de alianzas permitió juntar católicos, conservadores populares, radicales, sectores de izquierda y peronistas proscriptos, los últimos bajo la promesa de legalizar el peronismo, derogar los decretos proscriptivos y permitir que la principal fuerza política del país se reencontrara con las instituciones democráticas.
Parecía una novela de final feliz, pero los protagonistas se encargaron de demostrar lo contrario.

Si bien Frondizi avanzó fuertemente en medidas políticas de índole social: el 82% móvil automático para los jubilados, una ley de asociación sindicales de libre afiliación, que permitía crear sindicatos y que le daba al más representativo la personería gremial para la actividad, derogación del la “ley de residencia” de 1902, entre otras cosas, al no poder cerrar los frentes peronistas y castrenses, su gobiernos entró en el colapso.

Por un lado, los soldados de Perón recordaban a don Arturo su promesa pre electoral, mientas que las fuerzas armadas lo jaqueaban permanente para que continuará exceptuando al peronismo de la vida democrática e institucional. El tironeo no duró mucho y la balanza comenzó a desequilibrarse. Frondizi quería seguir gobernando y en ese sentido era más cara la promesa a Perón que la obediencia a los militares.

La situación se complejizo a punto tal que, los gremios que se sentían traicionados por el incumplimiento de la palabra empeñada, vieron tanto en eso, como en la ley de asociaciones sindicales y en factores económicos como la inflación y el “excesivo” ingreso de capital extranjero una provocación difícil de soportar.
 Las protestas fueron increcendo, al mismo ritmo que la represión. En tiempos de alta conflictividad Frondizi ideó el Plan Conintes (conmoción interna del estado) que permitió sacar a la calle a los militares, que gustosos de la revancha, no dudaron en reprimir duramente el Movimiento Obrero identificado con el General.

1962, no fue un año fácil para el país. Como todo año electoral, estuvo minado de situaciones que impidieron cualquier signo de relajación en la vida política del país. Los peronistas le habían encontrado la vuelta a la “proscripción” y armando partidos de carácter nacional y popular se presentaron a las elecciones [dato: así nace el Movimiento Popular Neuquino, nótese el uso de las siglas correspondientes al Movimiento Nacional Peronista o Justicialista ]. El 18 de marzo, día de las elecciones, fue todo a pedir de Perón. Se ganó ampliamente en más se seis distritos electorales, incluida la provincia de Buenos Aires, con el dirigente gremial Andrés Framini a la cabeza.
Los militares no se la bancaron y apretaron a Frondizi para que anulara el proceso electoral e interviniera las provincias en las que el neo-peronismo había ganado. Pero nada evitó el desenlace forzando.

El 29 de marzo de 1962 Frondizi fue destituido mediante un golpe de estado con rostro “institucional”, asumió como presidente provisional al Presidente del Senado, José María Guido. Tironeado por peronistas y militares, la presidencia de solemne “intransigente” fue carne de cañon de la inefable relación entre peronistas y militares. Nadie ganó en aquella oportunidad.

La república, había perdido una nueva batalla.


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