lunes, 29 de mayo de 2017

El Decano... una vieja pasión


Pese a que los niños de la octava división de la Liga Neuquina de Fútbol, se predispongan de la mejor manera para el espectáculo deportivo, quien los mira está prejuiciado. Hace por lo menos 15 años que no entra en el Estadio del Decano y la percepción de los datos que la realidad está brindando se ve seriamente afectada por los recuerdos: quien escribe, antes estuvo ahí cómo jugador de inferiores.
 
La octava decana al final del partido contra Atlético Neuquén.
 
Otrora, la cancha de tierra empedrada y las tribunas de hormigón armado y madera crujiente fue el ámbito de contención de muchos hijos de los trabajadores que decidían jugar en el fútbol mayor. El “Decano”, por entonces la opción más inclusiva para los sectores de escasos recursos, fue el ámbito de contención de los jóvenes de la zona este de la ciudad que querían ingresar a “la liga”. Hoy vienen chicos de todos los puntos de la ciudad. E incluso de ciudades aledañas.

Actualmente la cancha tiene otro status. La fortuna de los fondos públicos con rostro social ha encontrado en el viejo Estadio de la calle Mitre y Luis Agote, un destino seguro. Pacífico fue transformado en un moderno Estadio con gradas de hierro, pulidos tablones de madera, césped sintético y luminaria para el juego nocturno. Una postal de época, clara y contundente: por aquí pasó el Estado.

El partido arranca treinta minutos más tarde de lo previsto. El Club Atlético Pacifico ingresa con su habitual “negro y amarillo”, estilo idéntico al del carbonero uruguayo, club que también fue fundado por obreros y trabajadores ferroviarios. Por su parte, el Club Atlético Neuquén entra a la cancha con una camiseta pulidamente blanca de pequeños motivos “azulgrana”, una “tricolor” mañosamente esquiva al estilo que caracteriza el Club.

En paralelo, la cantina prepara el sustrato alimenticio de toda liturgia futbolera: los choris y la coca. Luego del mediodía, al cierre de los 35 minutos iniciales, el alimento llegará con asombrosa puntualidad, borrando toda diferencia posible entre los parroquianos locales y los partidarios del Grasshopper de Zúrich. La jornada es agradable y la temperatura ambiente colabora para la ingesta al aire libre.

No obstante, hay algo disonante al espectáculo deportivo: una mujer que habla por celular. Con inusitada liviandad, durante todo el primer tiempo, la señora informa a la tribuna decana los incómodos pormenores de su familia y allegados. Una postal de época que marca el nivel de penetración de las telecomunicaciones en la vida cotidiana. No obstante, nadie objeta la prolongada exposición de privacidades y el cronista duda del carácter colectivo de la incomodidad.

El primer tiempo transcurre con calma. La octava local se maneja con pelota al piso y sale jugando del fondo con mesura y buen juego, una suerte de herejía al perfil “histórico” decano, siempre fiel al clásico “hacha y tiza”. Por su parte, el “trico” ataca con mayor intensidad y presiona, durante buena parte de la primera etapa, en tres cuartos de cancha rival. Maneja la pelota en el medio campo y daña la defensa local con dos buenos mediapunta que tiran diagonales a lo “Houseman”. Los palos, el arquero decano y el azar, evitan la apertura del marcador, en el mejor momento de juego de la visita.



Promediando los 25 minutos del Primer Tiempo, un desborde por derecha del lateral decano permite un centro al área chica inmediatamente obturado por la defensa visitante, que cabecea para desviar la trayectoria del balón. A medio camino entre el arco y su línea de fondo, el arquero de la visita queda sin margen para tapar el bombazo del “enganche” local. Pacífico estaba jugando peor que su rival, pero logró sacarle ventaja con un gol de otro partido. De fondo la tribuna festeja y Joaquín Cabrera abraza a sus compañeros, el 1 a 0 con el que termina la primera parte, es un hecho irrefutable.

El Segundo Tiempo transcurre con dominio indiscutido de los locales. La supremacía física de Pacifico, sin ser alemana, da más aire y mejor resistencia. En los 35 complementarios, Atlético Neuquén sólo atinó a defenderse. Sus jugadores dejaron mucho en la primera parte y no pudieron soportar el golpe de estar jugando mejor e irse al vestuario con el resultado en contra.

En ese marco, es entendible que llegara el segundo tanto decano. Está vez, por obra y gracia de Facundo Ceratto que aprovechó una confusa jugada en el área rival para poner a su equipo 2 a 0 arriba. El tanto del carrilero tranquilizó los ánimos de los pibes. Algunos de ellos, ante la corta ventaja, sufrían desde afuera la presión de padres que querían sumar de a tres, para no complicar la posición del puntero del campeonato.

Aunque injustificada, la presión tiene un antecedente inmediato. La octava de Pacífico viene de dos “subcampeonatos” y la tribuna este año quiere la corona. El cronista evaluó intervenir citando al Premier inglés durante la segunda guerra mundial. Pero ante tanta tensión paternal, podría no entenderse el mensaje acerca de la transitoriedad de los resultados favorables y adversos. Iban recién 13 minutos de la segunda parte.

El resto del partido, prácticamente sobró. No sólo porque el resultado se mantuvo inalterable (terminó 2-0), sino también por qué Atlético Neuquén, cansado de resistir el ataque de los locales, entregó el medio campo y solo atinó a un par de contrataques con el equipo tirado completamente al fondo. El “deca” aprovechó la superioridad y el repliegue táctico para meter todos los cambios posibles y manejó los tiempos a “gusto y piacere”.

No hubo tiempo qué adicionar. El pitido del árbitro, de inusitado buen desempeño, cerró una jornada favorable para el puntero que afianza sus “chances” de llegar al final del campeonato como líder indiscutido.

El cronista toma las últimas notas en su agenda personal y resalta el buen juego decano y el cambio de paradigma en el estilo cómo dos elementos a destacar. Lo sorprende el refinamiento de algunos jugadores “atípicos” al perfil de aquellos que conoció en tiempos pretéritos y el buen juego de adolescentes que no superan los 14 años de edad.

Fue una jornada perfecta de fúbol.

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