José Alfredo Martínez de Hoz jurando como Ministro ante Jorge Rafael Videla. |
Lamentablemente para nuestro país, el 24 de marzo
de 1976, no es una fecha más. En términos de Movimiento Obrero o pensado desde
las Organizaciones Sindicales de nuestro país, es el momento en el cuál los
sectores económicos nacionales y transnacionales más fuertes y reaccionarios
comienzan, con la complicidad de civiles y militares a desarmar el andamiaje de
derechos y conquistas gremiales más importantes de América Latina.
Claro que no lo hicieron sin represión, sin
tortura, sin muerte, sin desapariciones. En números, siempre fríos, pero útiles
para dialogar sobre base sustentable la el último de los golpes cívicos
militares que azotó nuestro país nos dejó sin 30 mil militantes sociales,
gremiales y políticos. De ellos casi la mitad no era mayor de 25 años y el 70%
eran trabajadores.
Esto no es un detalle menor, el Golpe de Estado
del 76 no fue solo contra las organizaciones Armadas (Montoneros y ERP), fue
principalmente contra los trabajadores y sus organizaciones. Este “Proceso”,
desguazó la parte sustancial del Estado y eliminó física y políticamente,
muchas de las conquistas y dirigentes que las encabezaron. Quedamos sin
estructura, quedamos sin voces y quedamos con pocas conquistas.
Hay muchas razones por las cuales esto importa
tenerlo en claro. Resalto principalmente dos. Una, el proyecto de la dictadura
militar fue principalmente político-económico, donde la muerte, la tortura, los
vejámenes, las desapariciones fueron un instrumento más que un fin en sí mismo.
Dos, porque el relato o discurso (o como quiera usted llamarlo) que instaló la
dictadura, fue el de la liberalización de las fuerzas productivas, el que
explica que el libre mercado soluciona nuestros problemas por virtud del
privado y que el Estado, es un gran elefante blanco dentro de un bazar: no
sirve, no construye, no alienta.
Es decir, el daño más sustancial que nos hereda
la dictadura cívica y militar, es el hacernos cómplices del proyecto político
de los sectores dominantes. El despojarnos de las únicas herramientas que
tenemos para defendernos de quienes nos despojan: los gremios, la política y el
Estado.
Esto hay que tenerlo claro. Porque hay proyectos
políticos y económicos que se reconvierten, en ese sentido, los militares
también fueron instrumento y no objetivo final. No por nada, el “programa” de
la dictadura se consolida en democracia con el gobierno del ex-presidente
Menem. No por nada, el discurso de Martinez de Hoz sigue explicando nuestros
males en estos días.
Es importante tener cuidado con conceptos y los
discursos. Repetir los errores del pasado, es algo en lo que siempre se puede
caer si no hay claridad en el pensamiento y consecuencia en la acción. Cuando a
Silvio Rodriguez lo trataron de necio, preguntó con asombrosa lucidez... ¿la
necedad de asumir un enemigo o la necedad de vivir sin tener precio?
Quitemos la palabra “enemigo” que por defecto nos
lleva al terreno bélico, usemos mejor “oponente” o “adversario”… y
preguntémonos si son los militares, a secas, o los militares y el proyecto
político – económico, instrumentado por mandato de civiles nacionales y
extranjeros, es a quien debemos apuntar los cañones. La opción es sencilla,
pero el universo de discusiones que se nos abre no es, por cierto, menor.
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